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miércoles, 5 de febrero de 2014

Turón, de nuevo


 La primera cena -y las otras- en "La Barrica"; las hamburguesas del "Express"; los cafés medianos; los sobres de azúcar que guardé; O Rei de Montouto y Los Chigrones; todos los Mencía que nos puso Jesús en "El Cantábrico"; la noche que metimos a Sombra en "El avión"; mis gafas nuevas; la noche que salió de cañas la guitarra; José Luis y el sacerdocio necesario; los vinos con José Antonio y Nina que se nos fueron de las manos; los Brooklyn de Ribadeo; las dos veces de Xuacu y Neka -el pronto y el paño-; la huida furtiva a "Los Oscos" y el Perales; la noche que Ge tuvo un novio gallego; los conciertos en colegios; Os Teixois y el tiempo detenido; Néctor, guía turístico; las lunas que empezaban en "La Flor"; Lau y Xabi -"tu hiciste daño, yo no quería"; el auditorio casi lleno -y el tequila casi vacío-; cada una de las tardes que empezamos con Hugo -y que no van a acabar-.

Gracias, A Veiga. Volveré.

3 comentarios:

7 dijo...

Juntamente con los amigos de Barengo y con Agosto y Ersilia, Klingsor emprendió una excursión a Carenno. Salieron por la mañana temprano, marcharon en medio de las flores de intenso perfume y de temblorosas telarañas cubiertas aún de rocío que jalonaban el camino. Atravesaron el cálido y escarpado bosque hacia el valle de Pampambio, donde en las amarillas calles dormían deslumbradoras casas, aturdidas por el día canicular, inclinadas y medio en ruinas. En el seco riachuelo, blancos sauces colgaban con pesadas alas sobre los prados dorados. La caravana multicolor de amigos navegaba por los caminos tosáceos a través del vaporoso valle: los hombres de blanco y amarillo, en seda y lino, las mujeres de blanco y rosa; la maravillosa sombrilla verde veronés de Ersilia centelleaba como una alhaja en una sortija mágica.
El doctor se lamentó melancólicamente con voz bondadosa.
—Es una lástima, Klingsor, sus magníficas acuarelas se volverán blancas dentro de diez años. Estos colores que usted prefiere, no resisten.
Klingsor:

—Sí, y lo que es peor, sus hermosos cabellos castaños, doctor, dentro de diez años serán grises, y un poco más tarde nuestros lindos y alegres huesos yacerán en algún hoyo. Por desgracia, también sus hermosos y sanos huesos, Ersilia. Muchachos, no queramos comenzar a ser razonables en la vida tan tarde. Hermann, ¿cómo dice Li Tal Pe?
Hermann, el poeta, se detuvo y recitó:

La vida pasa como un relámpago,
cuyo brillo apenas hay tiempo de ver.
Aunque la tierra y el cielo se paren,
qué veloz vuela el tiempo sobre el rostro del hombre.
¡Oh, tú, que estás ante una copa llena y no bebes!
Dime, ¿a quién esperas todavía?

—No —dijo Klingsor—, me refiero al otro verso, el de los cabellos que por la mañana aún eran negros.
Al punto Hermann dijo el verso:

Por la mañana aún relucían tus cabellos como negra seda, por la tarde la nieve ya se ha posado en ellos.
¡Quien no quiera soportar su cuerpo vivo muriendo, que agite la copa y desafíe, como a un amigo, a la Luna!

Klingsor rió fuerte, con voz algo ronca.
—¡Viva Li Tai Pe! Tenía idea, sabía todo. Nosotros también sabemos todo, él es nuestro viejo hermano inteligente. Le hubiera gustado este día embriagador, como el de hoy.
Sería hermoso que en una tarde así muriese Li Tai Pe en una barca sobre un río tranquilo. Veréis como hoy todo será maravilloso.

—¿Qué clase de muerte tuvo Li Tai Pe sobre el río?
—preguntó la pintora.
Pero Ersilia interrumpió con su hermosa voz profunda.
—No, basta! ¡A quien diga otra palabra sobre la muerte y sobre el morir, no le querré más! Finisca adesso, brutto Klingsor!
Klingsor se acercó a ella riendo.
— ¡Cuánta razón tiene usted, bambina! Si digo otra palabra sobre morir, puede pegarme con la sombrilla en los dos ojos. ¡Pero, en serio, hoy es un día maravilloso, queridos amigos! Hoy canta un pájaro que es de leyenda; ya le oí por la mañana. Hoy sopla un viento mágico,
el niño celestial despierta a las princesas durmientes y sacude el entendimiento de las cabezas. Hoy florece una flor legendaria y azul; sólo florece una vez en la vida y quien la cuida obtiene la gloria.
— Quiere decir algo con esto? —preguntó Ersilia al doctor. Klingsor la oyó. -
—Quiero decir que este día no vuelve jamás y a quien no lo coma, lo beba, lo saboree, lo respire, no se le ofrecerá por segunda vez en toda la eternidad. Nunca brillará el sol como hoy; hoy hay una constelación en el cielo, una relación con Júpiter, conmigo, con Agosto y Ersilia y con todos nosotros que nunca jamás volverá en mil años. Por esto, porque lleva suerte, quisiera ir un rato a su izquierda y llevar su sombrilla de color esmeralda; bajo su luz mi cabeza parecerá un ópalo. Pero usted también debe contribuir y cantar una canción, una de las más bonitas que sepa…

Texto_“El caminante”
Comic_”El prolongado sueño del Sr. T”

Traubert dijo...


Hermoso texto. Gracias, 7

Cristina dijo...

Gafas nuevas, dice..voy a llorar de la emoción!....gracias