Ser "disco de la semana" en EFE EME; ser entrevistado por Santi Alcanda; ganar un premio AMAS; ser entrevistado por Joaquín Guzmán; ganar el Premiu al Meyor Cantar; cruzar el charco para hacer música; compartir escenario con Pablo Moro; tocar al lado del Lichis; que a Javier Alvarez le guste "Retruque"; una canción mía a cuatro voces; obtener la redención de Jorge Ilegal; telonear un concierto de Quique González (sábado 11 de septiembre en el Teatro de la Laboral de Gijón; 12€)
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martes, 24 de agosto de 2010
miércoles, 11 de agosto de 2010
Summertime

Decía David Trueba en el libro que todos fuimos eso de que "el verano es una estación en la que nada crece"; y algunas veces me parece que tiene razón. Me parece que el verano es una estación que cambia a medida que nos hacemos mayores. A los 12 años era el tiempo del fútbol a todas horas, de comer y salir corriendo a sortear "a pares o nones" si me tocaría con la eterna promesa -que solía ser el foco de los suspiros de todas-. El horizonte estaba parado en septiembre y nada importaba más que quemar la rodilla parando un penalty.
A los 18 era el fin de una época, el penúltimo verano. Dos meses para disfrutar de un mundo que iba a soltarte la mano, a ponerte una pregunta entre las piernas, a dejarte un poco más solo. Dos meses antes de la vida con mayúsculas. Alrededor de los 24 la vida era algo que les pasaba a los demás, nosotros teníamos las ganas, los medios y toda la ilusión. Nosotros éramos los mejores... Pero llegó octubre y fuimos los mismos de antes, los que buscan. Yo me empeñé en esto de las canciones, otros consiguieron un trabajo fijo en un centro comercial y algunos triunfaron con el concepto de victoria de mi abuela y de mi madre: "sacó una oposición, tiene la vida solucionada" -y yo me pregunto desde cuando el estado soluciona vidas-.
Iba diciendo que, a veces, "el verano es una estación en la que nada crece". Casi nadie responde a los mails, los teléfonos ya no comunican, y todo el mundo está más moreno que tú. El verano a los 29 es un paréntesis de una semana en una piscina donde suena Shakira.
Pero yo no venía a hablar del verano. Yo venía, como siempre, a hablar del amor. Venía a decir que el amor es un autodefinido blanco completado a medias, dos vasos de vino sobre un periódico, una costumbre repentina. El amor a veces es el futuro. Y el futuro, a veces, se llama septiembre. Se llama nueva cuenta de correo electrónico. Se llama Barney Stinson, y a Barney, chicos, los trajes le quedan como un guante.
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