Y la caótica Madrid nos recibió con tráfico y calor. Locales de "Ritmo y compás", ensayo rápido, visita al hostal -que bien merece una canción... o dos- y prueba de sonido tranquila, de esas en las que lo único que sobra es el tiempo. Enorme Carlos Hernández, gracias. Sin tiempo para muchos bocados me subí al escenario de la muy mítica sala Sol y empecé a contar mis cuentos -y lo que mola estar debajo de ese cartel...-. Luego ya subió el Babas, Kike Suárez, y su Desbandada, todos ellos gente con la que da gusto estar. Supongo que alguna o alguno lo habréis vivido, esa emoción de estar con alguien en el camerino justo antes de que suba a cantarle a una sala llena. Realmente emocionante. Yo no me iba a quedar allí abajo, por supuesto; venía a ver y, cómo no, a tocar el teclado en el concierto de Kike. Y allá nos fuimos, cerveza en mano, a guiñarle un ojo al Babas...
Dos horas y media de concierto, casi tres... Así da gusto pagar 15€, ¿no?. Entre bambalinas, que es donde se cuecen las patatas, se hablaron y pasaron muchas cosas. Esas me las guardo para mí, en el cajón de los "recuerdos para sonrisa". Sólo os digo que por allí andaban Aurora Beltrán, Lichis, Begoña Larrañaga... Y entre tanta estrella, uno de Turón. Al día siguiente volvimos al norte, donde nos esperaba una mala noticia inevitable. Pero no os preocupéis, son las cosas de la vida que no dura para siempre...
Tallueu, Manolo. Fdo. Alfredo Gutiérrez
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